Por Edgardo Imas - @EdgImas
De haberla conocido, al afamado escritor japonés Haruki Murakami seguramente le hubiera encantado la historia inspiradora de esta nota. Quizá la hubiera tenido presente a la hora de publicar De qué hablo cuando hablo de correr, su libro de memorias sobre el running, que practica desde hace muchos años. Allí, el autor de Tokyo Blues dice que “la mayoría de lo que sé sobre escribir lo he ido aprendiendo corriendo por la calle cada mañana”. Pedro Caffa, el protagonista de la historia, lo hubiera parafraseado ampliando aún más el horizonte de su saber: “la mayoría de lo que sé sobre la vida…”, pero manteniendo su fuente: “correr por la calle cada día”.
En 1947, la revista El Gráfico publicó en la edición del 18 de julio una columna con el título “¡Bravo, Caffa! Un gesto que revela el espíritu de un deportista”. Allí se narra una situación que protagonizó Pedro Caffa, atleta representante de Atlanta en una prueba de fondo. A continuación el texto oportunamente aparecido:
Hay hombres que, respetados en su época, hoy son venerados porque se los cita como ejemplos que marcan el recto camino a seguir. El prestigio superior de esos hombres se forjó en una sucesión de gestos que fueron diferenciándolos por su concepto del deporte.
De pronto alguien al lado nuestro, en nuestro tiempo, tiene uno de esos gestos de caballerosidad semejante a cualquiera de los que forjaron la forma de aquellos altos ejemplos, y si no pasa inadvertido por completo recibe tan sólo la mención de un comentario íntimo. Los homenajes llegan, por lo general, demasiado tarde.
Rindamos justicia hoy a un deportista de hoy. Actúa en el deporte más modesto, en el de la alpargata y todo en él es humildad. Se llama Pedro Caffa y practica el pedestrismo en pruebas de fondo, por lo común callejeras. Hay otro de esos corredores, Corsino Fernández, ahora en gran forma, a quien Caffa nunca había podido ganarle. Llegar a la meta antes que Corsino Fernández era en estos momentos la máxima aspiración de Caffa. Se encuentran a menudo en las pruebas de barrio.
El 9 de julio disputaron la que organizó el Club Atlanta: una carrera sobre 12 kilómetros en un circuito que cubre un sector de Villa Crespo. En determinado momento, Corsino Fernández, que iba primero, desconocedor de la ruta, equivocó el camino. Advertido a tiempo de su error, retomó el itinerario correcto. Pero más tarde, en otra de las varias vueltas, cuando sólo faltaban dos para terminar la carrera, volvió a equivocarse en el mismo lugar. Caffa, que iba segundo, se vio de pronto solo en la punta. Era su gran oportunidad. Pero surgió entonces su magnífico sentido del deporte, que es hombría de bien, que es limpia conciencia en el triunfo, y tuvo el gesto que lo enaltece: volvió sobre sus pasos, llamó a Fernández, lo esperó hasta que estuvieron apareados y juntos reanudaron la carrera por la ruta correcta. Lucharon, desde entonces, paso a paso y Corsino Fernández llegó primero, por muy escasa ventaja sobre Pedro Caffa.
Pedro Caffa había perdido una carrera más, pero había ganado admiración y respeto.
Los protagonistas
Pedro Caffa
Pedro Caffa fue un destacado atleta que representó en los años cuarenta al Club Atlético Atlanta. La institución había incorporado el atletismo libre a partir de fines de 1942. El dirigente que más bregó para que esta actividad se desarrollara en el club fue Vicente Tassitani, acompañado por otros como Domingo Colombo, León Barsky y Enrique Townsend.
Por aquellos años el entrenador de la disciplina era Ismael Yannuzzelli, quien luego crearía en Villa Crespo el Allievi Club, una de las entidades que más impulsaron el atletismo popular durante medio siglo. Entre otras pruebas, organizaba la tradicional Vuelta a la Chacarita, alrededor del cementerio.
Desde 1934, la revista El Gráfico organizaba la famosa Maratón de los Barrios, que concitaba la atención de numerosos atletas y de los habitantes de la ciudad, que solían acompañar la prueba parándose en alguna vereda o siguiendo en bicicleta a los corredores. Uno de los premios reservados para el ganador era la publicación de su foto en la tapa del semanario deportivo por entonces más prestigioso. La carrera partía de la Editorial Atlántida (México y Azopardo), pasaba por Palermo, por Independencia y Maza, Paseo Colón y Venezuela y finalizaba en el Luna Park.
En 1945, la duodécima edición se corrió el 25 de noviembre. Hubo 241 clasificados para los 20 km de extensión que tenía la prueba. Además de atletas de todo el país, participaron algunos uruguayos y chilenos.
Primero se clasificó el atleta del Club Atlanta, Pedro Caffa, que demoró 1 h 3 m 11 s 3/5 en llegar al Luna Park y aventajó por 24 s 3/5 al segundo, Héctor Zema, de Capital, representante de Boca Juniors. Tercero arribó Luis Lagoa, oriundo de Salto (provincia de Buenos Aires), quien más tarde pasaría a actuar por Atlanta.
Atlanta repetía el primer puesto de la Maratón de los Barrios, ya que un año antes, en 1944, había triunfado en la prueba otro gran corredor auriazul, Héctor Alais, quien había salido también en la tapa de El Gráfico y que en 1947 sería designado para integrar el equipo argentino que reconquistó para el país el Campeonato Sudamericano de Atletismo.
Caffa ocupó la tapa del número 1.378 de El Gráfico, del viernes 7 de diciembre de 1945. Sobre su desempeño en la famosa maratón, decía la revista: “Perfecto dominio de la distancia a cubrir. Sin altos ni bajas en su andar, de acción positiva, elástica, sin vacilaciones y de espléndido estado físico”.
Dos años después, protagonizó la historia recogida por El Gráfico que se reprodujo más arriba. También en 1947 representó a la Argentina en la gran prueba de fondo que cada 31 de diciembre se disputaba en San Pablo (Brasil).
Ya en los años cincuenta, Caffa corrió con los colores de San Lorenzo, donde lo entrenaba el recordado Francisco “Pancho” Mura. En 1951 se clasificó ganador en la prueba de 3.000 metros con obstáculos en los Juegos Panamericanos disputados en Buenos Aires.
Además de los mencionados fondistas Alais y Caffa, se destacaron en Atlanta por aquellos años otros atletas, como los corredores Hugo Ponce, Antonio Leopoldo y Alberto Sandoval y los lanzadores Nicolás Casani y Luis Balquin, quien también descolló en salto en alto.
Corsino Fernández
El otro protagonista de la historia fue un atleta cordobés de gran renombre en su época. En su provincia, Corsino Fernández representó a los clubes Atenas y Talleres, de la capital, y al país en los Juegos Olímpicos de Helsinki (Finlandia), en 1952: corrió la maratón ganada por el checoslovaco Emil Zátopek y en la que salió segundo el argentino Reinaldo Gorno.
Ganó la medalla de oro en los Campeonatos Sudamericanos de 1943 y 1945, en Santiago de Chile y Montevideo, respectivamente, sobre 32 km. En 1952, obtuvo la de bronce, en esa misma competencia, en la ciudad de Buenos Aires, sobre 20 km; el ganador fue el gran maratonista argentino de esos años, Delfo Cabrera.
Fotos: archivo Edgardo Imas
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