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Pepe Castro, el mago de barrio que nunca pierde su magia

Pepe Castro, el mago de barrio que nunca pierde su magia

ESPECIAL. #CAMPEONES95. Estaba mano a mano con el Pepe. Tenía, eso sí, una ventaja con la que no contaron algunos defensores: la certeza de que enfrente mío había un mago. Ojo al lector desprevenido: no piense en uno de esos ilusionistas como Copperfield, que simplemente coronan en un acto una producción adornada por millones de dólares. Fabián Castro, figura central del Atlanta que ascendió en 1995 después de ganar el Clausura de ese año, es de esos tipos que con ropa elegante pero sin estridencias, y toda la escena aparentemente a la vista, van a alegrar la fiesta del barrio o las reuniones de amigos con sus trucos de artesano. Para que todos los presentes nos quedemos preguntándonos cómo lo hace. La esperanza, entonces, en la charla, era acercarme a saber cómo hacía esa magia que nos enamoró a tantos bohemios. Y lo mejor parecía empezar por uno de los días más felices que nos tocó vivir juntos -juntos sí, porque como bien contó en nuestro saludo final: “Vos me agradecés a mí y yo te agradezco a vos, porque esto lo construimos entre hinchas y jugadores. Nosotros no existiríamos sin ustedes”-.

pepe-¿Qué recuerdos tenés del día del ascenso contra Dock Sud en Ferro?

-Todos los nervios que produce jugar una final. Toda la ansiedad que significa un momento tan importante como ese para nosotros, los futbolistas. También la ilusión de concretar un sueño de un grupo de amigos, porque la verdad es que eso éramos. Con ese día me viene un sinfín de sensaciones. Todos los recuerdos que tengo de ese día, adornados con el resultado final, son hermosos.

-¿Dónde pensás que estaba la clave de ese gran equipo de Atlanta, que después también estuvo primero por unas fechas en la B Nacional?

-Había una gran calidad individual, que quedó demostrada con las carreras que antes y después de esa campaña tuvo cada uno. La conjunción de grandes jugadores que tienen un objetivo en común hacen que los equipos sean distintos. Y ahí había una gran calidad de individualidades que estaban al servicio de un equipo.

-En ese mediocampo estaban vos, Merlo, Virardi y el Papu Insaurralde. Arriba, Castillo y Bonnet, y a veces el Bichi Paredes ¿Con qué compañero de ese equipo con tan buen pie sintonizabas mejor en lo futbolístico?

-La tarea mía en ese entonces, de enganche, era bastante preponderante y hoy no existe. Seguramente la potencialidad de un enganche era poder conectarse con casi todos. Con el Papu por izquierda, con Merlo por derecha, y también recibir la pelota muy limpia del Flaco Virardi cuando había que respaldarse atrás. Los puntas también: el Bichi generaba espacios, Luis estaba siempre atento al momento justo para definir y era un gran goleador, y a Cristian sólo había que encontrarlo y darle la pelota al pie como para que inventara él. Un enganche que tiene sociedades con todos del mediocampo para adelante seguramente está haciendo muy bien su tarea. Y creo que en ese torneo pude jugar muy bien por tener justamente esa capacidad.

-¿Qué méritos tuvo Jorge Ghiso en aquel equipo?

-Creo que lo principal fue dejarnos ser. Una de las grandes tareas del entrenador es potenciar las virtudes que cada uno de los integrantes tiene. Dejar que fluya lo que cada uno tiene para dar. En ese equipo había muchos jugadores de calidad y todos tenían la libertad para jugar y equivocarse. Con mucha practicidad, no nos hacía hacer grandes esfuerzos físicos ni mentales desde lo táctico. Desde un orden simple, ayudaba a que cada uno diera lo mejor.

-¿En qué momento te diste cuenta de que estaban para campeones, después de la frustración del Apertura cuando el equipo perdió de local en la última fecha con Argentino de Rosario? ¿Fue importante el 5-2 a Dock Sud durante el campeonato?

-Teniendo en cuenta que había sido el campeón del primer torneo, fue fuerte que le ganáramos con mucha autoridad en Villa Crespo. Y hasta nos quedamos cortos en el resultado, porque yo recuerdo que tuvimos más llegadas y hasta podría haber sido mayor la diferencia. Ahí uno empezó a ver la posibilidad cierta de ganar una eventual final. Íntimamente, para un equipo a veces hay cuestiones que tienen que ver con pruebas de fuego, y ese partido un poco lo fue.

Como pasaba tantas veces dentro de la cancha, en el intercambio el Pepe cumplía ampliamente las expectativas. A diferencia de lo que pasa con muchos futbolistas, no sólo sus recuerdos estaban bien intactos: guardaba de esos días de gloria un análisis bien meditado que arrancó en el estratega de ayer y vive en el entrenador de hoy. Pero más allá de su calidad en la cancha, los hinchas de Atlanta tienen bien frescas sus apariciones decisivas en las dos series en las que le tocó pelear un ascenso: un gol contra Chicago en Mataderos en el 90; otro contra Dock Sud en Racing en el 95.

-El gol no era tu especialidad, pero convertiste en las dos finales por ascensos. ¿Donde estuvo el secreto para aparecer siempre en los partidos importantes?

-Yo creo que siempre que he jugado he tenido un cierto grado de inconsciencia, que a uno lo hace escaparse de las presiones. Sentía placer jugando al fútbol y no me iba a esconder en ningún momento. Y a veces en esos partidos, donde hay muchos jugadores que se presionan, quizás queda lugar para que algunos que somos un poco más atrevidos pisemos más el área que otras veces. Creo que tiene que ver con la posibilidad de ser atrevido en un momento en que quizás uno podría estar nervioso o apurado.

-Hablabas antes sobre tu posición en la cancha. ¿Por qué ahora no se juega más con enganche?

-Creo que si hay un jugador que se desempeña en función de enganche en un equipo ahora es más fácil cortarle los circuitos ofensivos. Cuando vos jugabas contra el Boca de hace un tiempo y le marcabas bien a Riquelme, le cortabas mucho el juego. Por ahí los entrenadores entonces prefieren poblar un poquito más las bandas. Fijate que el fútbol volvió mucho ahora al 4-3-3, con los viejos wines que ahora se llaman extremos.

-¿Pero hay algún jugador actual que tenga un estilo similar al tuyo?

-Me identificaba mucho con un juego como el de Román, más organizador. No sé si hay ahora alguno que se parezca. Porque incluso los que juegan ahora como enganches, como Pisculichi o Romagnoli, son más explosivos.

-¿Cómo viviste el paso de Matías por el club?

-Pasé por todos los estados. Tuve alegría, pero también orgullo y un poco de decepción también a veces, porque las cosas no se dieron como él esperaba. Sé lo que representa Atlanta para él. Nosotros a veces vamos cambiando de lugares, nos vamos encariñando con los clubes en los que estamos, pero sé que él quería emular a su papá en un club que tanto quería, y el fútbol no lo ha dejado. Ahora él sigue buscando su lugar, que ojalá lo encuentre.

-¿Qué espacio ocupa Atlanta en tu vida?

-Yo ahora la verdad me siento un poco lejano. Siento que no he tenido participación en los últimos años porque también he tenido otro camino laboral (N. de la R.: es entrenador en las divisiones juveniles de Tigre). Pero lógicamente Atlanta va a ser siempre parte de mi vida. Gran parte de lo que uno hace también lo puede hacer porque tuvo pasado en una gran institución, y porque ha tenido la suerte de ser querido ahí y tener logros importantes. Ha sido parte de mi vida y de la de mi familia. Estamos un poco lejanos, pero en el sentimiento lógicamente Atlanta nunca va a salir de mi corazón.

Es difícil separar el recuerdo de lo que se vio dentro de la cancha de este hombre que hoy tiene la palabra justa. Las preguntas de los periodistas muchas veces pueden ser un escollo para algunos protagonistas del fútbol que se incomodan. No es el caso del Pepe, que siempre encuentra la manera de salir con la pelota en los pies. Pero a ver si en la última pregunta de todas aparecía alguna duda.

-Desde mi recuerdo de hincha, me aparece la imagen de una jugada con mucha magia. Ahora pasó el tiempo, vi más fútbol, soy periodista y me cuesta creerlo, pero sigo sintiendo que es verdad. Así que te pregunto, Pepe: ¿vos eludías rivales caminando o es lo que yo quise ver?

-Algo de eso hay. Quizás estaba el secreto de jugar con los espacios y no con el físico, de controlar bien esos espacios. Muchas veces jugadores que son más rápidos mentalmente y no tan ágiles pueden encontrar a los compañeros en el menor tiempo posible y adaptar la técnica para hacer lo mejor que pueden. Y sí: es probable que si yo me viera hoy desde la tribuna también diría: “Ese 10 juega caminando”.

Enorme el Pepe. Me eludió caminando.

Por Federico Kotlar (@fkotlar)

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Fecha: 11/06/2015.
Categoría: .
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