Fue una noche dura la de este miércoles en Villa Crespo. Porque ese mismo frío otoñal que se empezó a insinuar en el clima, viajó desde la cancha hacia las tribunas con una de las peores actuaciones del equipo en el campeonato. Que quede claro: la baja temperatura no tiene que ver con falta de entrega de un plantel que da claras muestras de brindar su máximo esfuerzo en cada partido. Pero la carencia casi total de respuestas en el plano futbolístico, y un final aciago que privó a Atlanta del triunfo que de todas maneras iba a conseguir, fueron razones suficientes para que el alma bohemia quedara desabrigada. El 1-1 contra Armenio resultó un mazazo -otro más- a la ilusión de conseguir un ascenso directo a la B Nacional que empieza a parecer ya cercano a la utopía.
Luego de la fecha libre, Sebastián Cassano decidió apostar a los ingresos de Guzmán y Lazzarini por Castro y Godoy. Pero no se vieron mejoras en lo futbolístico con respecto al gris 0-0 contra Comunicaciones en Agronomía. Más allá de la ilusión que despertó a los 5 minutos un tiro libre bien ejecutado por Maraschi que manoteó a un costado el arquero, la apuesta al vértigo con el que el equipo buscó arrinconar a Armenio no funcionó. Más allá de que el Bicho y Guzmán se mostraban muy activos en ese primer tiempo, aparecieron poco Galeano y Nanía y como consecuencia se empezaron a ver cada vez más pelotazos y apuestas a la segunda pelota en ataque.
Eso sí: aún impreciso para manejar la pelota, Atlanta igual daba sensación de cercanía con el gol, ante una defensa rival con jugadores muy altos pero torpe. Cerca de los 30 minutos empezaron a aparecer algunos chispazos de Guzmán -de lo mejor del equipo mientras le aguantó el físico- y Galeano que ilusionaron. Pero Atlanta pesaba poco arriba. Intentó mucho con tiros desde afuera en esa primera mitad, pero ninguno llevó demasiado riesgo. La ocasión más clara se vio a los 45 minutos, tras un centro rasante de Galeano a Perujo, que tomó Nanía. Su remate desde buena posición se fue por arriba.
En el segundo tiempo, Atlanta fue cada vez con más nervios y menos juego a buscar la diferencia, contra un Armenio que por momentos se defendía con cinco jugadores y dejaba casi completamente aislado en la ofensiva a nuestro viejo conocido Javier Molina. Se probaba por arriba, por abajo, por los costados, por el medio. Pero el desequilibrio era casi una misión imposible. La situación no se modificó con los ingresos de Flores por Nanía y de Canaletti por Guzmán. E incluso a los 20 minutos hubo que sufrir con un tiro desde afuera de López que Vega manoteó bien al corner. Y fue entonces, cuando las esperanzas eran pocas, que llegó ese impacto que hizo soñar con un final distinto.
Luego de un rebote en un defensor cuando Díaz Villán estaba para marcar el gol, a los 26 minutos, Peláez capturó un rebote, le pegó desde afuera, la pelota se desvió en un defensor y descolocó al arquero para sellar el 1-0. Un tanto que, en el contexto de lo que se estaba viendo, se festejó casi como un triunfo.
Atlanta había logrado finalmente romper el cerco defensivo de un rival limitado pero aguerrido, con lo que se había cumplido la tarea más difícil. Al menos eso parecía. Porque todavía faltaba digerir un trago aún más amargo. Después del gol, el equipo se metió insólitamente atrás ante un rival que no tenía argumentos futbolísticos serios para imponer condiciones. Una actitud dentro de la cancha que fue ratificada desde el banco de suplentes con el ingreso de Palisi por Galeano, el jugador más capaz de tener con criterio la pelota en el equipo. Se pagó carísimo: a los 43, el ex bohemio Gastón Lolli, que había ingresado dos minutos antes, anticipó a una defensa que marcó muy mal para anotar la igualdad definitiva.
Todavía hubo que pasar otro momento de angustia por la expulsión de Nelson González cuando derribó a Peralta como último recurso. En el tiro libre posterior, Peralta puso la pelota en el travesaño. La caída hubiera sido un castigo excesivo, aunque el 1-1 final se haya sentido como una derrota. Sumado al dolor de sentir que el mismo equipo que se había encolumnado detrás de una idea y la seguía con convicción, parece desorientado. A nueve fechas del final del campeonato, la única ilusión posible pasa porque de alguna manera se reencuentre el rumbo perdido.
Por Federico Kotlar. En Twitter: @fkotlar
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