María Rivera, pupila de Marcelo Domínguez, derrotó en forma contundente a Alejandra Ríos el pasado sábado en la Federación Argentina de Box y es la nueva monarca supermosca argentina.

(Por Juan Ignacio Calcagno) En el año 2012, María Magdalena Rivera hizo el cruce de Los Andes a la carrera. Todavía se dedicaba al triatlón, aquella disciplina que se compone de tres, natación, ciclismo y carrera a pie. Pero ese mismo año, su vida daría un giro. Gracias a la insistencia de un amigo, que supo ver sus condiciones como boxeadora, se calzó los guantes. Y ya nunca más los dejó. En noviembre de 2012 ya estaba peleando como amateur, y para el año siguiente era profesional. Del sur, donde estaba instalada desde los cinco años, llegó a Buenos Aires para continuar su carrera boxística. Y este mismo amigo, Rubén Blanco, le presentó a Rivera a Marcelo Domínguez, quien enseguida vio el talento y comenzó a entrenarla en Atlanta. Hoy, unos años después, la Chiqui luce con orgullo sus dos cinturones de campeona argentina y sudamericana supermosca. Cinturones que tienen los colores bohemios.

El título argentino

Rivera llegaba al choque con Alejandra Ríos luego de su éxito ante la colombiana Luna del Mar Torroba, victoria que le había valido el cinturón sudamericano supermosca en el último diciembre. La pelea con la rosarina ponía en juego el título argentino de la misma categoría, que se encontraba vacante. Ríos, con un estilo frontal y fajador, se presentaba en la previa como una prueba dura. “Yo había visto peleas de Ríos y sabía que ambas teníamos un estilo parecido. Por eso con Marcelo [Domínguez] cambiamos el plan de pelea. Pensamos más en el contragolpe, en caminar el ring, en castigar abajo”, relata la Chiqui luego de unos días en el Atlanta Boxing Club.

Desde la campana de inicio, María Rivera controló el trámite de la pelea, y con el correr de los rounds su superioridad se hizo patente en el rostro de la rosarina. El dominio era evidente, y el rigor de la boxeadora bohemia hizo que el árbitro le diera la cuenta a Ríos en el quinto asalto. “Ya después del tercer round, cuando vi que sentía la mano abajo, Marcelo me pidió que apurara y que buscara el nocaut”, comentó la Chiqui. En el amanecer del sexto, la dinámica fue la misma y fue suficiente para que Antonio Zaragoza, el réferi, detuviera la pelea. Así se desató el festejo en el rincón, con Marcelo Domínguez, Gabino Bay y Nacho Artime.

El futuro se abre ahora para Rivera con múltiples posibilidades. Defensas de títulos, alguna revancha que tiene atragantada y muy probablemente la chance de pelear por el título del mundo. Siempre con la bandera de Atlanta en alto.

Fotos: Juan Ignacio Calcagno